Movistar: otro año de metarrealidad
2021 se salda con un salto cuantitativo y cualitativo en el rendimiento del equipo, pero con los mismos defectos de antaño. Una temporada brotada de la ficción
En ocasiones, pareciera que la realidad de Movistar emanara de la imaginación de un guionista y no al revés. Como si las líneas que separan lo documentado de lo ficcionado se hubiesen emborronado sin remedio, sus protagonistas transitan por el calendario víctimas de un trágico solipsismo. Incapaces de discernir entre lo abstracto y lo tangible, entre El día menos pensado y lo terrenal, se recluyen en su propio yo. Lo único real, lo único que existe, somos nosotros.
Conviene pues protegerse del ruido externo.
Como es lógico, esta es una interpretación muy aventurada de lo sucedido a lo largo de esta temporada. Nada en el funcionamiento de un equipo ciclista merece lecturas tan existencialistas. La idea, sin embargo, es útil para entender el estado de confusión que parece atenazar a Movistar, un equipo a un tiempo extraordinariamente público y reclusivo. tan presto a fiscalizar su día a día en un documental como a negar cualquier input externo.
Analizar el convulso 2021 de Movistar obliga a proyectar la mirada sobre 2020. Aquel fue el peor año en la historia de Abarca. Lo fue por varios motivos, no todos ellos relacionados con el coronavirus. Gran parte de su magro rendimiento se gestó durante el invierno, cuando Nairo Quintana, Mikel Landa, Richard Carapaz o Andrey Amador abandonaron la estructura fruto de desencantos personales o del descalabro que supuso la guerra abierta con Acquadro.