Vuelven las dos velocidades
Cuatro equipos se encuentran uno, dos y hasta tres peldaños por encima del resto en cuanto a rendimiento y resultados. Es un ciclismo, de nuevo, desequilibrado
El pasado domingo Christophe Laporte conseguía su primera victoria en el WorldTour. Lo hizo de un modo peculiar, acompañado por dos compañeros y tras haber jugado al gato y al ratón con el resto de sus rivales en una explosiva cota a pocos kilómetros de meta. No es un registro al que Laporte, por lo demás un gran corredor, nos tuviera acostumbrados. Mucho menos en la París-Niza, una de las carreras más prestigiosas y combatidas del calendario.
Aquel triunfo tuvo mucho de profecía autocumplida. Desde su paso al profesionalismo, Laporte había conseguido más de veinte victorias, la mayoría de ellas concentradas en el calendario francés. Ciclista versátil y de innegables virtudes, Laporte se había prodigado en un escalafón menor del calendario: el 76% de sus éxitos procedían de carreras .1, donde la participación acostumbra a ser menor. Sólo tres etapas en Luxemburgo y otra más en Bélgica quedaban encuadradas en categorías superiores (.Pro), y sólo una de sus victorias en carreras de un día puede considerarse prestigiosa (el GP Valonia, 1.Pro).
La historia personal de Laporte tiene muy poco de extraordinaria. Otros buenos corredores arrastran grandes dificultades para embolsarse victorias al máximo nivel, pese a aglutinarlas vorazmente en otros rincones del calendario. Coquard es un buen ejemplo; Nizzolo, hasta sus dos últimos años, otro. La particularidad de Laporte no reside aquí, sino en todo aquello que ha cambiado de un año para otro. Su equipo.
Laporte había militado en Cofidis desde que abandonara el circuito amateur. Corredor de maduración lenta, se convirtió en un puntal de la estructura en 2018. A sus triunfos, obtenidos a pares en llegadas masivas y en contrarrelojes cortas, Laporte sumó algunos buenos resultados en carreras de un día. Su 6º puesto en la pasada París-Roubaix dibujaba a un corredor polivalente y en un estado óptimo de maduración. Atributos que no pasaron desapercibidos para Wout van Aert, necesitado de apoyos en una estructura tendente al descalabro.
Parece haberlos encontrado tanto en Benoot como en Laporte. Tras un lustro de tanteo, Jumbo-Visma ha llegado a la conclusión lógica de su arco narrativo, uno explicitado por la dirección técnica durante los últimos años: ser el mejor equipo del mundo. Su centelleante inicio de temporada es el mejor ejemplo: victoria apabullante en el Omloop, exhibición inconclusa de Laporte en Kuurne y dos tripletes (dos, deux, two) en dos etapas alternas de la París-Niza. Pese al desliz de Van Aert en la jornada de hoy, Roglič hereda el liderato. Es improbable que lo pierda.
Su dominio encuentra paralelismos en el apabullante comienzo de temporada de UAE. Al triunfo obtenido hoy por McNulty, el tercero de su cuenta particular, debemos sumar otros trece, todos ellos cosechados en el escueto plazo de un mes: Covi se ha embolsado pruebas menores como la Vuelta a Murcia o una etapa en Andalucía; Gaviria ha rascado dos improbables victorias en Omán; Trentin se ha reencontrado consigo mismo en Le Samyn; e incluso un gregario como Polanc ha saboreado las mieles del éxito en Laigueglia. A todo esto, por supuesto, debemos sumar el UAE Tour, la etapa de Tirreno y la Strade Bianche de Pogačar.